viernes, 24 de julio de 2009

Patricia Streuli

Vatara

A la ciudad de Vatara

el caminante llega de noche

cuando las estrellas flotan

tenues

sobre la laguna congelada.

Entre el humeante hielo

el viajero avezado

distingue

los contornos de mujeres aladas

a la par que un repique

incesante e hipnótico

de cinceles que tallan,

que hieren sus oídos

y sacuden su cuerpo

cansado del camino.

Llegando el mediodía

la ciudad ya es dorada.

Vatara se derrite luminosa

helada.

las ninfas se escabullen

con sus alas de plata.

Entonces el errante

reanuda su camino

mudado, trastornado,

deslumbrado,

esculpido.

Atrás queda Vatara

insensible y hermosa

implacable e intensa

ciudad que talla.


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