Vatara
A la ciudad de Vatara
el caminante llega de noche
cuando las estrellas flotan
tenues
sobre la laguna congelada.
Entre el humeante hielo
el viajero avezado
distingue
los contornos de mujeres aladas
a la par que un repique
incesante e hipnótico
de cinceles que tallan,
que hieren sus oídos
y sacuden su cuerpo
cansado del camino.
Llegando el mediodía
la ciudad ya es dorada.
Vatara se derrite luminosa
helada.
las ninfas se escabullen
con sus alas de plata.
Entonces el errante
reanuda su camino
mudado, trastornado,
deslumbrado,
esculpido.
Atrás queda Vatara
insensible y hermosa
implacable e intensa
ciudad que talla.
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