viernes, 24 de julio de 2009

Patricia Streuli

Vatara

A la ciudad de Vatara

el caminante llega de noche

cuando las estrellas flotan

tenues

sobre la laguna congelada.

Entre el humeante hielo

el viajero avezado

distingue

los contornos de mujeres aladas

a la par que un repique

incesante e hipnótico

de cinceles que tallan,

que hieren sus oídos

y sacuden su cuerpo

cansado del camino.

Llegando el mediodía

la ciudad ya es dorada.

Vatara se derrite luminosa

helada.

las ninfas se escabullen

con sus alas de plata.

Entonces el errante

reanuda su camino

mudado, trastornado,

deslumbrado,

esculpido.

Atrás queda Vatara

insensible y hermosa

implacable e intensa

ciudad que talla.


Patricia Streuli


¿dónde estoy?

¿dónde quedaron

el estallido alegre

los ojos descubridores

la unión de cuerpo y alma?

La muerte se divierte

y yo

que soy mil pedazos

no sigo el río

ni la vida

Me quedo

uniendo mitades.


martes, 21 de julio de 2009

Oriel Angel Visintini Simon

Que nadie escriba mi epitafio

No tengo tiempo para morir
por eso,
es mejor que deje dicho algunas cosas
para que nadie suponga
lo que ha de escribir
abusando de la piedra de mi tumba.
Acá está la tabla otra vez rasa
esperando el cincel y que la astillen
con esos golpes que son como mi vida
en esta muerte y tratando de tal suerte.

Puedo decir todas mis verdades
aún cuando causen la vergüenza ajena,
solo me absuelvo,
para eso es vida mía
toda cosa sucedida antes que esto
y que tenga que ver con mi contienda.

Loco es mejor
que rebelde o sumiso u obediente
porque así entenderán
los porqués de amores
y luchas confundidas con
incesantes batallas y con anhelos
confiado el corazón en despedidas.

Por eso
que nadie escriba mi epitafio,
que confíen en que mi mano sabrá
en el tiempo que dispongo,
yo propongo
que sólo se pregunten
sobre mis mentiras escondidas,
mis verdades las viví y todos saben
de todas ellas
y por más que digan sus mentiras
son las mías y mis eternas
gracias a la vida
las que les causarán la intriga peor.


Propongo también no se preocupen
seguramente
no pienso faltar a la cita.

Paola Vazzano Stutz

Una chica Olmedo

¿Qué dirán ahora, después de más de veinte años
de mi trágico final, las chicas que me secundaban:
Betty, Adriana y hasta la misma Susana?
¿Llorarán la ausencia del gran capo cómico,
añorando las noches de Mar del Plata,
o, archivadas sus veleidades televisivas,
habrán encontrando un bacán que las acamale,
como dice el tango?

Por mi parte, permítanme que les diga,
me las imagino a todas declarando para Crónica,
con su mejor euforia:
“yo todavía quiero ser una chica Olmedo”

Andrés Ugueruaga

Ayala: Historia de un paria

Se fue sin saber de qué escapaba. Abandonó todo lo que tenía para dejar una vida atrás,para volver a empezar y a nacer. Allá no encontró un mundo nuevo, sino una extensión de éste. Él lo supo al llegar, al ver que su vieja vida era pasado pero también era recuerdo.
Al notar eso, no hubo desilusión en sus gestos,sólo una resignación de saberse solitario ante las cosas, ante una vida que no terminaba donde él creía.
Se fue una madrugada, escapándose por la ventana que daba al patio, más allá estaba el camino a ningún lugar. Él nunca volvió. Que esté “vivo o muerto” lo mismo da, porque nadie lo busca. Pero allí quedó su casa, vacía por siempre. El paria Ayala es un desconocido, una incógnita en la historia de los que ya no están. Se dice que nadie quiere ir a vivir al lugar en donde vivió, algunos creen que Ayala volvió, pero no ya siendo hombre sino espíritu.”Ayala vive entre nosotros a pesar de haber cambiado de lugar”. Ese puede ser su epitafio. Que todos tengan un recordatorio de esa otra vida que él emprendió.

miércoles, 15 de julio de 2009

Virginia Mathieu

Padre Carlos

Antes que la Ley y más que yo,
cuando lo mío se hizo público
tembló el colosal corazón rojo

De muerto consigo ver como
los tiempos se condensan
en un único punto que me arrastra y me dispara
hacia las almas de los mortales.

Y ahora que la verdad de la justicia Divina
implota mis recuerdos pienso,
esa piba de Reconquista
debe tener razón cuando dice:
“entre el veneno más mortal de la mamba
y ese curita con ojos de plumas caídas
no habría peor suerte que la de sobrevivir”.


Por eso, tan lejos de mis huesos como de la culpa,
libero a mis fieles: no me recen,
sigo eligiendo mi propia naturaleza.

Amén.

lunes, 6 de julio de 2009

Marcelo Benavidez

El escarabajo

Un escarabajo en una tarde de grises aromas, se acercaba a su habitual comida. El caballo hacía aspavientos tratando, infructuosamente de ahuyentar las moscas de su lomo. En ese momento miró, de soslayo al despreocupado animalito. El zaino percibió una sensación de maciza melancolía; una línea entrecortada acuosa le recorría de sus ojos saltones. Esta actitud extrañó al equino, no muy expresivo en demostrar emociones; y menos aun a través de la vista. Si recordó que le habían dicho de su mirada profunda. El escarabajo, en su afán por alimentarse, escuchó un sonido gutural y altanero venido desde las alturas. - Che negrito, no estás cansado de comer mis deshechos. Y de ser ¡bah tan chiquito! El escarabajo no contestó. En realidad, los escarabajos no poseen el don del habla. Sin embargo, si la agudeza del entendimiento; sólo con observar los ojos neblinosos, en este caso de su interlocutor. - ¿ Ahí abajo te sentirás poca cosa? En apariencia no se inmutó. Pero. un lentísimo y casi imperceptible movimiento del cuerpecillo convenció al caballo de que no le hablaba a un bochín con patitas. ¿Te gustaría ser grande y darte panzadas de gustos? Y sin mediar más desplegó sus crinas desprolijas y alargadas, como pétalos de flores primaverales. Emanaba de esa pelambre una luz esmeralda que cubrió al insecto. Subía en furioso tirabuzón hacia el cielo expectante. A medida que se elevaba el color verde mutaba por acción de persistentes relámpagos. EL ESCARABAJO era gigantesco. Poderoso. Patas de jirafa. Cuerpo de tortuga marina. Escrutaba, con tranquila amenaza, a los que segundos antes temía. Como una exhalación pronunció sorprendido. - ¡Para hablar debo ser grande! Al rato notó que cuando intentó decir otras palabras, le fue imposible. También el desplazamiento seguía siendo torpe. Despaciosamente, el animal con su caparazón henchido en tierra escandalizada. De algún lugar apareció una cascabel (en su estado anterior la indiferencia era mutua). Entonces el escarabajo decidió sorprenderla; asesó un pisotonazo. Hizo acallar el silencio del bosque. El reptil, experto en reflejos, con saltos de ranita; sólo le faltó croar esquivó la BOMBA TENTACULAR e hirió al agresor. De las patonas salían ¡ay!,¡ah! ¡UFA! ¡UY! Era un acordeón de melodías alocadas. Ellas, en un suspiro, comenzaron a formar figuras geométricas: cuadrados, rectángulos, rombos. Iban en puntas de pie sobre una selva impávida. Antes del preanunciado final un estruendoso rayo color paraíso volvió al animalito a su dimensión natural. El escarabajo estaba alimentándose observando, de reojo al equino; llovía con tierna mansedumbre.