¡Cuánto animal desahuciado…!
Tenía razón mi padre: él siempre decía que lo importante no es la vida de uno, sino la vida que uno puede generar y dejarle sustento. Lo que importa es saber acomodarse para que quede un lugarcito para otro…
Quiero decir para mi perro, que está feliz, feliz de verme cobijado por la tierra. Él sabe que cada tanto podrá echarse en mi regazo para lloriquear un bocado de mi carne; sabe también que no me enfadaré si me orina el pantalón, incluso el rostro, porque la verdad es que este pantalón ya está bastante podrido.
Mi perro es un gran pensador. Sus grandes orejas son antenas: escucha las gallinas espantadas por mi señora viuda y rápidamente acude a arrearlas nuevamente hasta mi tumba, porque sabe que esas aves tan avispadas ocultan en su alma un profundo afecto por su amo, por mí, que tanto hice en nombre de su comodidad, y saben que hoy pueden criar a sus polluelos gracias al precioso gallinero que les hice con cariño, y entonces les da la nostalgia y se ponen comedidas, y me escarban un poco el rinconcito donde moro porque ya está bastante entrado en hierbas; además porque resulta que mi cuerpo muerto está haciendo brotar manjares de insectos en la tierra.
Pero mi perro, sobre todo, es un gran amigo; cuando me oye entristecido corre sin problemas hasta mí y me babea con dulzura porque conoce de mis pesadumbres; sólo que a mi señora viuda no le agrada mucho que anden desenterrando a su marido. Yo creo que esto de quedarse sola en una finca tan grande no le vino bien, y esto de tenerme como mascota en el fondo no creo que sea una buena costumbre ni mucho menos, sobre todo teniendo a los otros pobres animalitos que ya pregonan más atención de algún cristiano.
Lo que pasa es que a mi señora viuda le vino la menopausia y no hace más que regarme varias veces al día según ella para que yo no me siga muriendo; y ahora sí que los chivos tienen agua de donde beber, porque se ha formado una hondonada en donde me hecha agua la señora, y ahora felizmente sirvo para que esos pobres chivitos tengan agua de donde beber.
Yo sigo pensando que lo mejor de haberme muerto es que mi voluntad de que la finca no se echara a perder se está cumpliendo gracias a mi señora viuda y a la disposición que diosito le ha dado. Y también me alegra que los animalitos sigan bien con Dios y la Virgen, siendo gratos conmigo, como las gallinas y mi buen perro. Es que, como mi padre decía, lo más importante no es la vida de uno, sino la vida que a uno le sobrevive y que puede sostenerse, sintiendo, como siento, que ya le dimos el primer empujoncito para que continúe.
Yo creo que ésa es la significación que tiene lo que mi padre decía, y me pondría de pie para decirlo si no fuera porque estoy muy entristecido, porque recuerdo claramente sus palabras cuando me miraba a los ojos y en una sola inspiración expresaba:
“¡Cuánto animal desahuciado ronda el círculo de nuestros afectos…!”
Avellaneda, junio 2009
Conrado Nuñez
Conrado Nuñez
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